La diosa lloraba amargamente la muerte de su señor, su hermano y esposo.
Miles de diamantes caían de la curva de sus ojos sobre los trozos que
había conseguido reunir de su querido Osiris, después de horas y horas,
días y días, unos iguales a otros, que hubo pasado buscando a lo largo
del Nilo, navegando en una barca de papiros.
Desde que el sol se pusiera en aquel fatídico día en que la envidia y la
ira de su hermano Seth le arrebatasen de su lado a su amado Osiris,
despedazando después su cuerpo y echando los trozos al Nilo para que
quedaran olvidados por el mundo, su vida se había convertido en esta
afanosa y desesperada búsqueda. Por fortuna, en este último envite de
Seth, Isis no se encontraba completamente sola, la acompañaban siete
escorpiones protectores y su hermana Neftis.
La esposa de su hermano Seth no era una mala hermana, pero en tanto que
debía hacer caso de cuanto dijese su esposo y señor, había contribuido a
que aquella tragedia sucediese. Y por si fuera poco, Neftis había
encontrado a Osiris vivo y lo había engañado para tenerlo al menos una
noche para ella. Isis sentía un odio visceral hacia su hermana por haber
tenido un hijo con su amado pero, por otra parte, entendía la
infelicidad de Neftis, ya que su esposo Seth no la deseaba; solamente se
había casado con ella porque era una diosa, e Isis sabía que desde el
primer momento su hermana amaba a Osiris más que como un hermano suyo
que era.
Por ello, Isis entendía perfectamente la contradicción en el corazón de
su hermana, y que le doliera profundamente que su señor, Seth, hubiese
podido matar a su querido hermano Osiris. Su hermana era sangre de su
sangre, y accedió a que la acompañase en la búsqueda del hermano que
ambas amaban, dejando a un lado el rencor y los celos que devoraban sus
corazones.
Durante la larga búsqueda de los pedazos del cuerpo de Osiris, muchas
veces Isis se sintió débil, pero el apoyo de su hermana le bastó para no
desfallecer y continuar con su tarea, aunque para ello tuviese que
navegar por el Nilo durante toda la eternidad, sorteando a los
peligrosos animales que en él habitaban. En algunos momentos, cuando el
sol se ponía, Isis sentía la presencia de su amado esposo, una presencia
que le decía que estaba siempre junto a ella, que esperaba con ansias
el momento en que volviesen a estar juntos para siempre, el momento en
que pudiese volver a cogerla de la mano y pasear por los jardines de su
palacio, admirando los perfumes de las flores que envolvían sus palabras
de amor.
Esa sensación era lo que impulsaba a Isis a seguir buscando por el gran
río los restos de su señor, pues tenía la certeza de que su alma
esperaba, esperaba para poder regresar al mundo de los vivos una vez más
y poder estar con su amada esposa de nuevo.
En el momento en que Isis consideró que ya no había más trozos que
recoger y que ante ella se encontraba su marido, despedazado, un
repentino abatimiento la desalentó y cayó en la orilla del Nilo. Ella no
sabía qué debía hacer exactamente, durante tanto tiempo se había
centrado en encontrar a su esposo y en cómo volvería a ser la vida
cuando él regresase, que no se había parado a pensar en cómo devolver a
la vida a un dios, un ser inmortal por definición. La diosa no sabía
cómo dar paz adecuadamente a su hermano, cómo devolverle a la vida..., a
cualquier forma de vida. Con tal de que la esencia de su amado no
desapareciese y hubiese una mínima oportunidad de que regresase junto a
ella, Isis sería capaz de hacer cualquier cosa... Si tan solo tuviese
una idea de cómo empezar...
Su hermana Neftis, también agotada, corrió a su lado, la cogió entre sus
brazos y susurró palabras de ánimo en sus oídos mientras le acariciaba
suavemente el largo y brillante cabello, negro como la noche. Neftis
aseguraba que con los poderes que ellas tenían y que con la ayuda de su
hijo Anubis, embalsamarían el cuerpo de su señor Osiris. Después, Neftis
estaba segura de que su hermana Isis, siempre la más inteligente, la
que tenía el poder de Ra, podría devolver a su marido a la vida inmortal
con su magia primordial. Los ojos de Isis se secaron y pidió a su
hermana la ayuda necesaria, tal era su grado de desesperación que a ya
no le importaba arrastrarse ante su hermana, aquella que había
pretendido suplantarla. Neftis, envidiando secretamente la devoción que
Isis profesaba al hombre que más quería en el mundo, la levantó del
suelo y le indicó qué pasos debían seguir para recomponer y embalsamar
el cuerpo de Osiris, de forma y manera que su alma no quedase en el
olvido y desapareciese.
Así pues, con un profundo gesto de agradecimiento que Isis le dedicó a
Neftis, ambas hermanas se pusieron manos a la obra, y mandaron llamar a
Anubis para que las ayudase en tal empresa.
Ardua fue la tarea de recrear a Osiris, pero finalmente lo habían
conseguido. Tras unir todas las partes de su señor, se aseguraron de su
correcta unión mediante la poderosa magia de Isis, y continuaron con los
rituales mortuorios para honrar al gran rey. Finalmente, Osiris
apareció ante ellos en todo su esplendor. Durante los esfuerzos por
traer de vuelta al mundo de los vivos al dios, no se dieron cuenta de
que el sol brillaba más y más cada vez, como si estuviese anunciando el
regreso al mundo de Osiris.
Éste se levantó con la fuerza de su espíritu y tomó con delicadeza y
ternura a su esposa, hermana y señora entre sus brazos. Ambos lloraron
por sus desgracias y rieron como un solo corazón, llenos de dicha por
poder abrazarse de nuevo, por poder aspirar las esencias del otro. Ante
este encuentro tan emotivo, Neftis se quedó aparte, no queriendo
interrumpir la felicidad entre los esposos, aunque su corazón se caía a
pedazos con sólo saber que ella nunca podría tener ese cariño que
existía entre Osiris e Isis. Pero su hermano no se olvidó de ella, y con
el permiso de su esposa, Osiris se acercó a Neftis y la rodeó con sus
brazos, porque era su hermana, porque la amaba a pesar de todo lo que
había sucedido, porque sabía que había ayudado a su amada Isis, porque
le había dado un nuevo hijo... Este abrazo, muestra de un cariño sincero
que sentía Osiris por su hermana, y del perdón que le concedía, terminó
con los rencores entre ambas hermanas, e Isis se acercó para abrazar
también a Neftis. Después de mucho tiempo, Neftis volvió a sentir la
calidez de saberse sinceramente amada.
Sin embargo, cuando los tres se hubieron separado tras el reencuentro,
Neftis comprobó que los ojos de sus hermanos ardían de indignación
contra Seth, y que le harían pagar caro a éste su osadía. Le pidieron a
Neftis que se uniese a ellos y abandonase a su marido por su propio
bien, pero Neftis no podía renunciar a sus obligaciones como esposa, por
lo que, sintiendo dolorido su corazón, se apartó de sus hermanos y les
dejó al cuidado de Anubis,para evitar que Seth, en un arrebato de celos,
matase al hijo que Osirirs y ella habían traído al mundo.
La decisión de Neftis encogió los corazones de sus hermanos; Isis quiso
abrazarla por ´´ultima vez, y ambas aspiraron sus esencias para no
olvidarse jamás, prometieron una amistad eterna y se juraron un amor
sincero. Neftis se despidió de su hermano de igual manera, aunque éste
intentó por todos los medios convencerla para que permaneciera con
ellos. Pero el deber de Neftis era mayor que los deseos que albergara
para con sus queridos hermanos, y, después de todo, Seth también era su
hermano. Como tal lo quería, por ello había aceptado convertirse en su
esposa y acompañarlo en el agridulce camino de la vida.
Así pues, Neftis se desvaneció cuando el sol ya había salido por
completo, mientras Isis y Osiris contemplaban su marcha cogidos de la
mano, enviando con el viento sus mejores deseos con ella.